Uno de los subgéneros más populares y, con toda probabilidad, con más éxito comercial de la literatura fantástica es la «fantasía épica». Lo es ahora, como secuela de la trilogía cinematográfica de El señor de los anillos rodada por Peter Jackson, lo es en pleno apogeo de la serie televisiva Juego de Tronos, pero es un fenómeno que viene de antes; no en vano ya El nombre del viento consiguió atravesar uno de los fronteras más difíciles de franquear para las novelas de género: el del fandom. Hay otros ejemplos de novelas o sagas de fantasía o, en menor medida, de ciencia ficción que han sido muy leídos por sectores del público lector poco habituados a la literatura no realista o, para ser más precisos, a la fantástica, pero la mayoría se ubican en un marco juvenil. ¿Dar el salto a lectores generales adultos? ¿Ver cómo la mujer que se sienta a tu lado en el metro, que podría ser tu madre cuando no tu abuela, saca del bolso su manoseado ejemplar de El nombre del viento? Eso es mucho más raro. Y sin embargo, si le pides a cualquiera de estos lectores “no habituales” que clasifique estos libros los meterá todos dentro de un mismo saco: Fantasía. Somos nosotros, vosotros, los lectores que pueden haber llegado a un artículo como este en una revista como esta, los que nos preocupamos de forma más o menos lúdica, más o menos obsesiva, por ponerles más o menos apellidos a ese nombre genérico. Y el apellido al que me refiero en este caso es “épica”, también llamada “heroica”.
[Así empieza el artículo «La búsqueda de la épica en la fantasía» que escribí para el primer número de SuperSonic y que acaba de publicarse en la web de la revista. Podéis leer el artículo entero y comentarlo en este enlace]